sábado, 27 de agosto de 2011

¡Por fin, fútbol!

Pues sí. Esta es mi otra versión. Me fascina el fútbol, y por extensión, el deporte. Eso sí, como expectador. Lo siento, pero soy algo cómodo como para ponerme a sudar, y luego sentirme echo polvo. El deporte se ha convertido en el mayor espectáculo del mundo, que lo ha perdido, para bien o para mal, el circo. Es verdad que el deporte de élite y profesionalizado se ha convertido, en eso, en un circo, y la mayor empresa que existe hoy en día. Mueve millones de dólares, y de euros: los empresarios de otros gremios se quieren apoderar también de este ámbito, si no para sacarles algún beneficio, al menos, para lograr notoriedad social, con vistas al marketing o echar fuera la rémora del saldo sobrante y negro. Así se ha convertido en un entorno de especulación similar "al del ladrillo", y al menos, al fútbol profesional no le está sentando nada bien. Como prueba la reciente huelga de futbolistas. El fútbol se puede tratar como empresa a medias, en realidad, siempre lo ha sido, pero una empresa de aficionados dirigidos por una junta elegida por éstos en asamblea. Lo más democrático en tiempos, incluso de la Dictadura.
Hablando de problemas del fútbol se me ha ido momentáneamente la pasión por él. La recupero en momentos al acordarme de que hoy iré al estadio: ya estoy desempolvando los abalorios de guerra: camiseta, bufanda, y sobretodo, afinando la garganta, y conseguir la otra parte de mi catársis, que el sosiego intelectual me provoca por otro lado. Y es que el fútbol da para mucho.

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